Este es Lidio García, nuevo presidente del Senado: discreto en el Congreso, pero afinado en la maquinaria y el vallenato
Un político de bajo perfil vuelve a la presidencia del Congreso. Su influencia regional, los lazos familiares y la tensión con el Gobierno marcan el inicio de una etapa decisiva

Lidio García Turbay volvió a ocupar la presidencia del Senado de la República para el periodo legislativo 2025-2026. Con este nuevo mandato, repite en el cargo que ya ocupó en 2019, consolidando su posición como uno de los nombres más influyentes del Partido Liberal. Los resultados que lo dieron por ganador fueron 97 a favor, 2 nulos 1 en blanco. Aunque sin brillo en el debate público ni protagonismo mediático, García es dueño de una maquinaria política regional sólida, una ascendencia familiar ligada al poder y una habilidad probada para moverse con astucia entre pasillos legislativos.
García no necesita gritar para hacerse sentir. Su carrera es más de operación política que de discursos en plenaria. Hijo del exsenador conservador Lidio García Álvarez y sobrino del exrepresentante liberal David Turbay, su vida ha estado rodeada de política desde niño. Nació en El Carmen de Bolívar, en los Montes de María, un territorio golpeado por la violencia, pero también cuna de liderazgos tradicionales. Fue concejal a los 23 años, diputado, representante a la Cámara y senador en cinco periodos consecutivos. Hoy, a sus 54 años, vuelve al primer cargo del Congreso con el respaldo que le dan más de 157.000 votos obtenidos en las últimas elecciones, la mayor votación del liberalismo.

Su perfil no es el de un legislador técnico ni reformista. No impulsa leyes emblemáticas, ni figura en los rankings de congresistas más activos. En 2024, fue el más ausente del Senado, con 44 inasistencias y un 63% de faltas solo en el segundo semestre. Alegó razones de salud y calamidad doméstica, aunque el dato preocupa, sobre todo ahora que liderará la rama legislativa en uno de los momentos de mayor tensión entre el Congreso y el Ejecutivo.
La relación con el Gobierno Petro será uno de sus principales retos. Aunque ha votado en contra de las principales reformas del presidente, como la laboral y la de salud, el Gobierno cree que puede ser más dialogante que su antecesor, Efraín Cepeda. El ministro del Interior, Armando Benedetti –viejo amigo de García, con quien compartió hasta una parranda de cumpleaños en 2020–, ya anticipó que confía en poder “entenderse con él”. Esa sintonía personal podría abrir espacios de conversación, aunque nadie espera que García se convierta en aliado de Petro.
Su partido, el Liberal, está fragmentado. Él es cercano a César Gaviria, jefe del partido desde hace más de 15 años, también tejió alianzas con sectores independientes. La suya fue una candidatura sin mayor competencia interna, tras la retirada de Alejandro Chacón, que prefirió conservar su independencia antes que buscar la presidencia del Senado con apoyo del Gobierno.
Lidio García no es un desconocido en el poder. En su primer periodo como presidente del Senado, en 2019-2020, su gestión fue opacada por la pandemia y por el limbo jurídico del Congreso, que apenas se adaptaba a las sesiones virtuales. Evitó tomar decisiones polémicas y mantuvo un perfil discreto. Ahora, en un contexto mucho más polarizado, deberá ejercer un liderazgo más visible.

Detrás de su poder está su maquinaria electoral en Bolívar, una de las más sólidas del Caribe. Controla alcaldías, concejales y puestos clave en la Gobernación y la Alcaldía de Cartagena, a través de aliados y familiares. Su primo, Dumek Turbay, es hoy alcalde de la capital bolivarense; su hermano es diputado del departamento; y su primo “Tuto” Majana, mencionado hasta en una canción vallenata grabada por el propio Lidio, también jugó papeles clave en su entramado político.
Su trayectoria no está exenta de controversias. Ha sido mencionado en investigaciones sobre corrupción, como en el caso del contrato del alcantarillado de El Carmen de Bolívar, una obra financiada con recursos gestionados por él, cuya ejecución fue cuestionada durante años. También fue señalado en la elección de la contralora de Cartagena, Nubia Fontalvo, y recientemente fue vinculado por el director de la Agencia Nacional de Tierras, Felipe Harman, a un presunto caso de acaparamiento de baldíos, que él calificó como persecución política.

A pesar de esas sombras, García supo sortear las tormentas. No tiene presencia significativa en redes sociales, ni suele dar declaraciones. Su estilo, más parrandero que programático, lo mantienen lejos del radar mediático, pero eficaz en la construcción de poder. En YouTube aún se pueden encontrar videos suyos cantando vallenato con banda completa. Es un político de vieja escuela: menos mensajes en X, más acuerdos.
Su llegada a la presidencia del Senado marca un nuevo capítulo en la puja de poderes entre Ejecutivo y Legislativo. Para el Gobierno, es una oportunidad de diálogo con alguien más predecible. Para la oposición, un contrapeso con experiencia. Y para él, la oportunidad de mostrar que su estilo de bajo perfil también puede dejar huella en uno de los momentos más complejos de la política reciente.


